Diccionario de americanismos: los académicos no entienden nada de música

16 10 2019

 

Orquesta de Dámaso Pérez Prado, el rey del mambo. En 1947 ejecutó su Qué rico el mambo, que lo llevó a planos estelares.

(Tomado de ElCastellano.org)
Por el escritor y periodista puertorriqueño Josean Ramos

Mientras trabajaba un libro sobre la canción de contenido político social en Cuba, un querido amigo musicógrafo aguardaba con mucho interés el Diccionario de Americanismos de la Real Academia Española (RAE), para descifrar tantas palabras desconocidas que iba hallando al analizar cientos de canciones escritas en los siglos XIX y XX.
Para tal estudio había consultado ya las más autorizadas referencias del idioma español, desde el Diccionario provincial de voces cubanas, de Esteban Pichardo, hasta el Diccionario de uso del español, de María Moliner, incluyendo el de la RAE del 2001, edición muy deficiente en cubanismos, pues definía como de otros países algunas voces que eran eminentemente cubanas.
Tan pronto se publicó y presentó en la Isla la monumental obra lingüística en octubre del 2010, el amigo musicógrafo pagó ochenta dólares por la edición en carpeta dura y solapa, con la esperanza de que los trescientos lexicógrafos que trabajaron en el ambicioso libro hicieran un buen trabajo, al mando de una persona tan capacitada como el doctor Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Al ritmo del mambo
Como un niño con juguete nuevo, el amigo musicógrafo empezó a confrontar con entusiasmo muchas voces en las 700 páginas de su libro sobre la canción en Cuba, con las definiciones del nuevo Diccionario de Americanismos, y enseguida quedó defraudado al notar que en muchos casos éste copiaba ad verbatum las definiciones de su homólogo de la RAE con los mismos errores. Empezó al azar al ritmo del mambo, que ya el Diccionario de la RAE definía escuetamente como “música y baile populares de origen cubano”, y encontró que en sus cinco acepciones se definía el término como cualquier cosa desde una borrachera o un arrebato, hasta un lío, una mentira, algo divertido, un chiste, todo menos lo que conocemos musicalmente por mambo.
El amigo se dio en confrontar otros términos musicales ampliamente conocidos, pensando que tal vez había obrado la Ley de Murphy en su primer intento fallido, pero la situación se complicó en el segundo al no hallar la palabra chachachá, ni siquiera para enmendar el error garrafal de su primo hermano el Diccionario de la RAE, que lo definía como “un baile moderno de origen cubano derivado de la rumba y el mambo”, cuando en realidad este género musical es hijo legítimo del danzón, según han documentado los máximos estudiosos de la música popular caribeña y latinoamericana. Después leyó otro disparate según el cual la timba era “una variante de la salsa” y ya no pudo leer más por temor a sufrir un infarto, según me confesó. Lee el resto de esta entrada »