COMO DIJO MI COMPAÑERA RAYMA ELENA, NO SE PUEDE INTERPRETAR LA RETIRADA DE PEDRO COMO UNA JUBILACIÓN, ES MÁS BIEN UNA SALIDA DE PLANTILLA, Y SI LO DIJÉRAMOS AL ESTILO DE SU ETERNO COMPAÑERO ROLAND, PEDRO SE CONVIERTE EN UN BUFÓN DE LA CORTE DE MELAITO, LA PUBLICACIÓN HUMORÍSTICA DEL PERIÓDICO VANGUARDIA, DE VILLA CLARA, QUE DESDE EL CENTRO DE CUBA IRRADIA HUMOR PARA TODO EL ARCHIPIÉLAGO, ATRAVIESA LOS MARES Y LLEGA HASTA OTROS PUERTOS.
HASTA AHORA Y DESDE SU FUNDACIÓN, PEDRO HA SIDO EL DIRECTOR DE ESA ORQUESTA BIEN SINCRONIZADA QUE HA HECHO REÍR A MÁS DE UNO Y FRUNCIR EL CEÑO A LOS QUE GENERAN LA DESIDIA. SIEMPRE CON LA MOCHA QUE IDENTIFICA EL LOGOTIPO DE LA PUBLICACIÓN, ESTE GRUPO DE CARICARURISTAS HA «DADO MACHETE» A MALES SURGIDOS EN NUESTRA SOCIEDAD. LES MUESTRO AHORA DOS CRÓNICAS ESCRITAS POR SUS COMPAÑEROS RAYMA ELENA Y ROLAND DEDICADAS A PEDRO EN OCASIÓN DE LA FIESTA DE DESPEDIDA, O MEJOR, DE RECONOCIMIENTO, QUE TODOS LOS QUE TUVIMOS EL PRIVILEGIO DE TRABAJAR A SU LADO LE DEDICAMOS.
La historia nos cuenta que en la antigua Rusia gobernó con grandes aportes para su país Pedro I el Grande, zar de toda la Rusia.
Era un hombre apuesto, ancho de espaldas, brazos musculosos y de dos metros cuatro centímetros de estatura.
Si nos montamos en la máquina del tiempo y recorremos más de tres siglos para aterrizar en Báez, nos encontraríamos con otro Pedro el Grande, también ancho de espaldas, brazos musculosos, aunque no de tan alta estatura como la del soberano ruso, pero sí superior por el alcance de su sentido del humor, que lo ha convertido en el zar de Melaíto desde su fundación.
Llegué a trabajar con él como bufón de su corte a principios de los años 70, para ser uno de sus más cercanos colaboradores y aprender de su vasta experiencia, llegando a coronarme como príncipe del humor en el reparto Dobarganes.
A este compañero y hermano nuestro lo distingue su refinada capacidad para sacarle humor a todo lo que ve y toca, lo digo en mi pleno juicio, porque no han sido pocas las veces que en los momentos más solemnes mi trasero ha sido testigo mudo de un desliz de su mano, seguido por la sonrisa de humorista nato y al momento un abrazo entrañable.
Estoy plenamente convencido de que soy el menos indicado para venir aquí con un discurso, pero sí traigo en esta semblanza la tremenda carga de amistad que le tributamos a Petrovich Mendezlevich Suárez, zar del humor en nuestro país.
Y siempre estará a nuestro lado, porque si no es con sus compañeros, con su hermosa familia y con el júbilo de humorista imprescindible, ¿dónde si no?