LES SUGIERO ENTRAR AL BLOG DE MANUEL ARAYA OSORIO, QUIEN FUE ASISTENTE Y CHOFER DE PABLO NERUDA.
Por Francisco Marín
(Tomado del blog http://www.choferdeneruda.cl)
Una institución privada chilena se ostenta como dueña absoluta de la herencia de Pablo Neruda. Los inmuebles, las regalías de su obra y hasta el nombre de la pluma comercializada en conmemoración del poeta son controlados por la Fundación Pablo Neruda, dirigida por un personaje de antecedentes inciertos e intenciones oscuras. La fundación benéfica y sin fines de lucro que en sus últimos días el poeta soñó como un paraíso para artistas y científicos, y como un oasis para los mineros, quedó reducida a una opaca empresa que incluso “cede” el nombre de Neruda para que se lo pongan a vinos, chocolates, salas de espera u hoteles…
VALPARAÍSO, CHILE, 23 de mayo (Proceso).- El legado de Pablo Neruda está secuestrado. Sus inmuebles, derechos de autor y hasta su nombre de pluma han sido usurpados por la Fundación Pablo Neruda, dirigida por el abogado Juan Agustín Figueroa, quien apenas lo conoció y en cuya gestión ha privilegiado el lucro al cumplimiento de la voluntad del poeta. El señalamiento no es nuevo pero lo avivó la denuncia de Manuel Araya, asistente del poeta, quien afirma que el Premio Nobel chileno fue asesinado (Proceso 1801).
Neruda concibió a la Fundación Cantalao –así se llamaría– como la instancia que administraría su legado. Los estatutos de la institución fueron redactados por el amigo del Nobel y ministro de Justicia de Allende, Sergio Insunza, y son desconocidos para la mayor parte de la opinión pública. Mario Casasús, reportero del diario chileno El Clarín, los publicó parcialmente el 11 de agosto de 2005.
Neruda había planeado una “fundación de beneficencia sin fines de lucro cuyo objetivo será la propagación de las letras, las artes y las ciencias, en especial en el litoral comprendido entre San Antonio y Valparaíso con un carácter que tienda a expandir su influencia en el país y en el extranjero”, dice el artículo primero de los estatutos.
Planteaba también “la construcción en el bien raíz que se aporta (terreno de cinco hectáreas cercano a la casa de Isla Negra) de edificaciones que se destinarán a sitios de reuniones de escritores, artistas y científicos nacionales y extranjeros como asimismo para su alojamiento”.
En el artículo quinto se establece la composición de un directorio de siete miembros: dos representantes de Neruda, los rectores de las universidades de Chile, Católica y Técnica del Estado, un representante de la Central Unitaria de Trabajadores y un delegado de la Sociedad de Escritores de Chile.
Los estatutos se firmaron el 5 de junio de 1973 en la notaría de Casablanca (Valparaíso) y serían dados a conocer públicamente el 11 de septiembre de 1973 junto con la maqueta de la ciudadela de los poetas, que se pretendía construir.
Manuel Araya sostiene en entrevista con Proceso que la inminente puesta en marcha del proyecto Cantalao “tenía muy contento a Neruda, porque significaba la concreción de uno de sus más preciados sueños”. El cuartelazo abortó la iniciativa.
En sus memorias Matilde Urrutia expresó que ese 11 de septiembre “llegaría a Isla Negra Sergio Insunza con los estatutos de la Fundación Pablo Neruda, con el testamento de Pablo y con los planos y la maqueta de la que sería la casa principal de la Fundación en Punta de Tralca (en Cantalao). Todo estaría listo para la firma que se haría ese día”.
En el reportaje Oda al dinero –publicado el 9 de julio de 2006– el diario chileno La Nación asegura que Figueroa descartó la posibilidad de realizar en Cantalao una casa de poetas al sostener que allí se haría “un parque ecológico”. Hasta el momento no se ha hecho nada en el lugar pese a que el 25 de diciembre de 2008 el empresario minero Leonardo Farkas donó 400 mil dólares para construir ahí un Memorial a Neruda.
Neruda confió la tramitación de la personalidad jurídica de la fundación a su secretario personal Homero Arce, con quien tenía una gran cercanía y confianza: fue Arce quien tomó dictado de sus memorias Confieso que he vivido y quien le ayudó a preparar la Antología popular 1972.
Tras la muerte de Neruda, Matilde Urrutia alejó a Arce del legado del poeta. En sus memorias –Mi vida junto a Pablo Neruda (Seix Barral, 1986)– la viuda lo acusó de pretender censurar el último capítulo de Confieso que he vivido y sostiene que por eso lo separó de la edición de ese libro. A Arce ni siquiera se le menciona como quien transcribió y ordenó las memorias; ese crédito se le da al escritor y diplomático venezolano Miguel Otero Silva.
Urrutia no cuenta el final que tuvo el secretario del poeta. Arce fue secuestrado por agentes de la dictadura de Augusto Pinochet el 2 de febrero de 1977 y murió cuatro días después en el hospital Ramón Barros Luco a consecuencia de los golpes que le propinaron.
En entrevista con Proceso, Casasús dice que Arce “pasó de ser el más cercano y leal al más ninguneado y olvidado tras la muerte de Neruda”.
La fundación
Neruda murió intestado. Matilde Urrutia, en tanto esposa, fue heredera de sus bienes. Según Manuel Araya ella se hizo asesorar por “gente de derecha, puesto que ella nunca fue de izquierda”.
Agrega: “A ella lo que le interesaba era quedarse con los bienes de Neruda y no que se hiciera su voluntad. Por ejemplo, Neruda quería que su casa de Isla Negra quedara como un lugar de descanso para los mineros enfermos de silicosis… Pero ella se olvidó de todo eso. Sólo la motivaba el dinero”.
Casasús dice a Proceso que Matilde Urrutia “es responsable de entregar en bandeja de plata el legado de Neruda a lo peor del pinochetismo, que está representado por Juan Agustín Figueroa”.
El Consejo de Administración de la Fundación Neruda –integrado el 15 de enero de 1982– poco a poco se llenó de personas cercanas a Figueroa, quien lleva 25 años como presidente. Aunque intelectuales destacados lo acompañaron en el primer directorio, después se hicieron a un lado y dejaron la fundación en su manos.
El primero estuvo formado por Raúl Bulnes, amigo de Figueroa; el escritor Jorge Edwards, el economista Flavián Levine y el actor Roberto Parada. Edwards y Levine renunciarían al poco tiempo y fueron reemplazados por Aída Figueroa, hermana de Juan Agustín, y por la esposa de éste, Marcela Elgueta. Cuando murió Parada ingresó al directorio Jorge del Río, abogado del estudio jurídico de Figueroa.
Años después Edwards expresaría su opinión sobre la Fundación Neruda: “Estos gallos pasaban en reunionitis y compromisos sociales; yo les advertí muchas cosas en las que estaba en desacuerdo y nunca me dieron pelota con las cosas culturales que les propuse, parecían estalinistas, comisarios y son todos capitalistas; esto ya es una empresa cultural bastante rasca (ordinaria) que no se preocupa de lo literario. En el fondo no le hace ningún bien a Neruda” (La Nación, 9 de julio de 2006).