Caso de los Cinco
Por Yoerky Sánchez Cuéllar (Periódico Vanguardia)
Frente a un terreno cubierto de lodo, para impedir que los zapatos queden hundidos en él, la decisión más fácil es evitar pasarlo. Así pensó el Gobierno de los Estados Unidos cuando le pidió al Tribunal Supremo que no revisara el caso de los Cinco. Demasiado fango caería sobre el imperio si los jueces tomaban la decisión de analizar las violaciones cometidas contra nuestros héroes, a pesar del reclamo universal para que las valoraran.
El escalón más alto de la «justicia» norteamericana se vería en la obligación de ir en contra de la voluntad expresa del Gobierno. Pero allí tal actitud constituye un pecado capital. Por eso, sin más explicaciones, la máxima Corte negó considerar los argumentos a favor de los antiterroristas cubanos presos desde 1998. En ese año Cuba proporcionó vastísima información a las autoridades estadounidenses sobre actividades subversivas planificadas por grupúsculos en Miami contra la Isla.

El Buró Federal de Investigaciones (FBI) en vez de capturar a los responsables de esas acciones violentas, persiguió a quienes habían enviado los datos a nuestro país. De esa forma encarcelaron a Gerardo, Antonio, Ramón, Fernando y René. No bastaron las solicitudes de diez Premios Nobel, de diversas asociaciones de abogados, intelectuales, políticos y académicos para que el Tribunal examinara el caso. Tampoco las voces de quienes reclamaron su libertad en todos los continentes, con marchas, manifestaciones y actos públicos. El poder de la maquinaria diabólica del imperio tuvo más peso, y el equilibrio del que tanto se habla en el mundo del Derecho quedó, finalmente, roto. Los documentos de Amigos de la Corte instaban al Supremo a revisar la «justeza» de que los Cinco Cubanos fueran condenados por un jurado del sur de la Florida. El abogado Michael Ratner, quien representó a los Nobel en la entrega del documento, explicaba: «Nuestros clientes, diez ganadores del Premio Nobel, aclamados por su esfuerzo para hacer progresar los derechos humanos, creen que el juicio fue también una vergüenza internacional. Este fue un juicio que nunca tuvo que hacerse en Miami. No había forma de que un jurado de ese Miami, con esa historia de violencia e intimidación contra el Gobierno cubano, pudiera haber llegado a un veredicto libre de represalias por parte de la comunidad anticastrista».
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