Con tantos palos que te dio la vida
y aún sigues dándole a la vida sueños
Fayad Jamís
Quiero imaginar que desde algún ignoto paraje puedes enterarte de este pequeño homenaje que desde hace años te debo.
Quiero hacerlo pidiendo prestadas sus palabras al poeta Fayad Jamís.
Sí, porque fuiste una loca que jamás se cansó de abrir ventanas y sembrar luceros.
Con tantos palos que te dio la noche,
tanta crueldad, frío y tanto miedo.
Catorce años hace que te marchaste, y todavía y para siempre cada minuto mío te pertenece. Todavía y para siempre eres una loca de mirada triste que solo sabe amar con todo el pecho, fabricar papalotes y poemas y otras patrañas que se lleva el viento.
Todavía y para siempre sigues siendo una pobre loca de esperanzas que siente cómo nace un mundo nuevo.
Con tantos palos que te dio la vida, y nunca te cansaste de decir “te quiero”.
Para que ello fuera así se necesitaba de mucha riqueza espiritual, y a ti te sobraba.
Sí, porque siempre que tu existencia lo requirió, acudiste a la fantasía para adornar tus días tristes.
Es verdad que la vida fue cruel contigo, pero es verdad también que tú sabías, como nadie, capear los temporales.
¡Qué tiempos tan duros te tocó vivir!
La miseria, el desamparo y las enfermedades se empeñaron en desprender pedazo a pedazo cada parte de tu alma.
Te quitaron a tus padres primero, a tu primer hijo de un año cuando solo tenías ese, a tu esposo (mi padre) un día después de que tu hija menor llegara al mundo y, por último, perdiste a esa hija menor, que era la quinta de tu prole, cuando solo hacía diecinueve años que la habías traído a la existencia, y aún así no perdiste la sonrisa.
Tú me enseñaste (y yo trato de imitarte) a convertir en una fiesta del espíritu una puesta de sol, un amanecer, una flor, la mata que la engendró, un perrito, el verde cubano… “esas pequeñas cosas” a las que canta Joan Manuel Serrat.
A ese cantautor pido permiso ahora para homenajearte, porque no es cierto que a “esas pequeñas cosas” las haya matado el tiempo y la ausencia; son, en definitiva…
Aquellas pequeñas cosas
Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.
Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve.
Oslaida: cómo me ha gustado este homenaje tan amoroso-literario que le has dedicado a tu madre por este día. Si desde ese ignoto paraje se ha enterado, sé que la ha hecho muy feliz. Es una bendición ser madre, y también tenerla cerca, como la tengo yo todavía. Lo escribiste desde el fondo de tu corazón, así lo percibí y lo disfruté.